El boliche administrado, según fuentes, por Agustín Biggini Curotto y posteriormente de propiedad de Emilio Burroni se localizaba en varios locales de Calle Panteón siendo reconocible el número 1131. La calle cercana al cementerio será el camino habitual y único, hasta la apertura de calle La Paz, de funerales y desdichas humanas, receptor del sonoro llanto de mil viudas e hijos recordando a sus familiares. El local, por su naturaleza fundacional, siempre acogió esas emociones, pero mucho más que eso, se fue constituyendo en lugar de paso de muchos sucesos que la ciudad de Santiago cuenta.
Por cierto, allí llegaron, caminando desde Independencia donde estaba su sede y canchas de entrenamiento, los profesores y hermanos Arellano quienes junto a otros “jugadores rebeldes” llegan en abril de 1925 con la idea de profesionalizar el fútbol y que no pudiendo hacerlo en Magallanes, se juramentan para fundar otro club que a la semana siguiente harán efectivo en las canchas del estadio El Llano. Así, el Fútbol Club Colo Colo, nace en calle Panteón.
Distintos personajes, asimismo, han deambulado por sus salones. Uno de ellos, el “poeta maldito” González Valenzuela, padre del modernismo literario, quien encandilaba con su figura enigmática, y que se hospedó en el restaurant en sus últimos años de vida y desarrolló parte de su obra en el restaurant.
Los estudiantes de medicina, eran habitués del local, allí, siendo estudiante de medicina, Salvador Allende cuenta que frecuentaba el bar donde se obtenía vino barato a crédito y se estaba cerca del paso de los carros, que camino al cementerio traía más de alguna pieza siempre necesaria para la clase de anatomía.
El Quitapenas, hoy está oculto tras varios locales comerciales en calle Profesor Zañartu, pero su memoria permanece viva.