Su pluma fue mordaz e impertinente a veces. La picardía popular y el humor de sus escritos le valieron a Lira Massi, en su momento, ser calificado como uno de los mejores columnistas políticos del país. Hoy sería un referente del periodismo.
El “paco Lira”, apodo que llevo al ser escribiente de Carabineros, dio sus primeros pasos en el Diario el Clarín, y si bien comenzó haciendo dibujos, a poco andar prosiguió escribiendo. Conocida fue su “entrevista impertinente”. Luego, no solo los diarios fueron su espacio, sino que libros plasmaron su creatividad. Conocidos son “La cueva del Senado y los 45 senadores”, publicado en 1968, o “¡Ahora le toca al golpe!”, antes que comenzara la década del setenta, y “La Cámara y los 147 a dieta”.
Lira Massi, jamás olvidó sus orígenes, esos que relató tan lucidamente en el Diario Puro Chile, del cual fue su co-fundador. Allí esparció su historia de niñez en las 29 crónicas que tituló “Érase una vez”, donde relata su vida en el Barrio Plaza Chacabuco de Independencia, lugar donde cada pequeño tenía su perro. El de Eugenio se llamaba Pirincho y compartía con sus amigos, recorriendo la calle Guanaco, la Plaza Chacabuco, el Estadio Santa Laura y la Quinta comisaría de Carabineros (actual novena).
El relato cuenta como los amigos del barrio, cansados de lanzar pelotas al patio de la comisaría, que no eran devueltas, se proponen formar un club de fútbol, cuya sede social era un sitio eriazo en las intersecciones de calle Severino Casorzo y Agustín Meza. Custodiado por un cuidador, que generalmente estaba pasado de copas pero, que acogió a los jóvenes y que les sugería con ahínco que antes que todo debían tener los “tatutos” del nuevo club.
En efecto, el nuevo club no solo no tenía estatutos, sino que tampoco camisetas o pelotas. Ni tampoco nombre, el cual más adelante pasaría de Guanaco FC a Juventud deportiva FC. Las peripecias de los jóvenes se desarrollaron en un pequeño cuadrante, cercano a las canchas del Norteamérica, que estaban ubicadas en Hipódromo Chile al oriente y que fueron casi construidas a pulso por “El Taita”. La calle Santa Laura, donde estaban los helados “La Esmeralda” y la ya nombrada Guanaco—esta última donde se ubicaba la residencia de Lira Massi enfrente de calle Severino Casorzo—serán el escenario de los distintos actos que culminaban en el Teatro Valencia, y no porque el equipo estuviera dentro del recinto, sino que porque había nombrado presidente honorario al mismísimo Absalón Valencia, quien les regalo las camisetas.
Lira Massi, dejo plasmada así parte de la memoria del Barrio Plaza Chacabuco, lugar donde nunca más volvió. El aciago 11 de septiembre de 1973, significó que la Junta Militar publicara el Bando Nº 10 llamando a Defensa a 95 personas; supuestamente las más peligrosas para la dictadura. Entre ellos estaba Eugenio Lira Massi. Así, un 15 de septiembre, temiendo por su vida, Lira se asiló en la embajada de Francia y salió al país galo en junio de 1975. Un año después a los 41 años fue encontrado muerto en su pieza y aunque siempre se ha señalado que su deceso fue por causas naturales, nunca fue explicado con claridad suficiente.
Jamás volvió a ver a su familia y a sus hijas, tampoco a sus amigos de la infancia: El Lalo, El Tucu, Osvaldito y el Pochi.