Dicen que la Chimba es tierra de desamparo y pobreza, pero también de un encanto sin igual, sus antiguas calles con adoquines, sus pensiones viejas y tranvías han dado luz a más de alguna de las muchas historias que se cuentan y de otras vivencias, más bien olvidadas con el paso del tiempo. Una de estas últimas es la que tuvo un joven estudiante de medicina en la década de los veinte del siglo pasado.
Salvador Allende estudió medicina entre los años 1926 y 1933, en plena dictadura de Ibáñez y será allí donde el estudiante forjará su conciencia médica asociada a la causa socialista. Ya en su segundo año de estudiante asume como Presidente de la Facultad de Medicina y luego asumirá como vicepresidente de la Fech, situación que le hará ser reconocido no solo como un estudiante destacado, sino como un dirigente comprometido.
Durante esos años, Allende establecerá un vínculo con La Chimba al recorrer sus calles y también cuando, desde la Casa de Orates realiza su internado en la sección de Reos mentales, clave en su tesis del año 1933” Higiene mental y delincuencia”, para optar al título de médico cirujano. Cuando su padre agudiza su problema de diabetes, el financiamiento constante para los estudios se interrumpe, lo que le significará a Allende, tener que trabajar en este hospital. También, vivirá largo tiempo como interno del Hospital San Vicente de Paul, del cual hoy esta su capilla que es Monumento Nacional desde el año 1984.
El futuro presidente de la república aprenderá del abandono y la precariedad del sector, se sensibilizará con la cara de la pobreza que presentaba calle Maruri y su olor a estudiante pobre, que al igual el, Neruda observaría pocos años antes. Ambos son recordados por su paso, quizás efímero, imperceptible, pero que hasta el día de hoy se rememora en los barrios al otro lado del Mapocho.
De acuerdo al texto “Allende” de la historiadora Diana Veneros, la pobreza en que vivían por entonces muchos estudiantes, contrastaba, con el pasar de Salvador, un tanto más holgado, llegando a casa de su tía paterna Anita, quien residía cerca de la facultad de Medicina. Se cuenta que luego experimentó un trashumante periplo por distintas pensiones, probablemente por calle Escanilla, aunque el registro de esto último no resulta tan contrastable con fuentes certeras. No obstante, la de calle Rengifo, con salida a Santos Dumont sería el lugar que los relatos hablan de furtivos encuentros con damas de la alta sociedad, que llegaban a visitar en costosos autos al joven Salvador, una persona que por entonces era admirado por sus compañeros por sus cualidades de “Don Juan”.
De todas formas, se sabe que recorrió muchos lugares del Barrio Independencia, cuando no estaba en la antigua Escuela de Medicina, incendiada en 1948. Allende visitaba con frecuencia el Bar Quitapenas de calle Panteón, bebiendo vino barato, siempre a crédito con la esperanza de poder obtener parte de algún cadáver, siempre escaso para las clases de anatomía, que pudiesen traer los carros.
Allende fue reconocido como un muy buen deportista, tal cual relata el libro “Se abrirán las grandes Alamedas” de Editores Independientes que nos cuenta que, a sus 15 años, fue campeón de decatlón por el club Everton de Viña del Mar y triunfador de algunas pruebas de nado en los juegos de la Juventus chilenos, por ello, era común verlo en la piscina del Estadio Santa Laura, según nos cuenta en su libro “Allende la biografía” de Mario Amorós.
Como muchos otros estudiantes de medicina, Allende, solía pasar tiempo en una pequeña plaza entre Independencia y Vivaceta, la “Plaza de Los Moteros” o Plaza Matías Ovalle, de hecho, a los estudiantes se les denominaba cariñosamente como “los moteros”, dado que al igual que los vendedores del «motemei”, ellos también tenían delantales blancos. La plaza, también fue el lugar de encuentro de muchos poetas y bohemios que frecuentaban el sector de Las Hornillas.
Así, Allende, quien fuera el primer presidente socialista electo democráticamente, el de la vía chilena al socialismo “con sabor a empanadas y vino tinto”, forjó gran parte de su carácter, su temple político y su convicción de justicia social caminando por las calles de Recoleta, Independencia y Vivaceta, precisamente, lugares de pobreza, de niños en las calles, mendicidad, desigualdad y hacinamiento, mismas situaciones de vida que fueron el leitmotiv de su trayectoria política y de su compromiso social con los más desamparados y más pobres de Chile.
Adaptado del libro “¿SABIAS QUE EN LA CHIMBA?, Historias olvidadas al norte del Río Mapocho”. Dante Figueroa Abarca. Rumbos Editores. Sin publicar.