LAS POBLACIONES CALLAMPAS EN INDEPENDENCIA

Población callampa a orillas del Mapocho. Revista VEA, abril de 1952.

 

“Al atravesar el puente Manuel Rodríguez, las aguas turbias y bullentes del Mapocho fueron como otro novedoso objeto para mi curiosidad. Hornillas abrió a nuestras pupilas los ojos ficticiamente azules de sus baches y la mercocha gris de sus barrizales cortados por el paso de los carretones. Las casas y ranchos, hundidos, parecían guiñar con los párpados de su miseria, en un llamado incomprensible y trágico de ancianas prostitutas mudas. Por las aceras, la humanidad del suburbio desparramaba su fatalismo sin manos de luz para contener una esperanza…” (La sangre y la esperanza, Nicomedes Guzmán, 1971.)

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Desde la década de los treinta del siglo XX, la ciudad de Santiago crecía en términos espaciales y en número de habitantes. Es así como, según los censos acumulados, desde 1907 hasta 1960 la ciudad aumentó su población total en cinco veces, pasando de 390.054 a 1.952.176 habitantes. La actual comuna de Independencia, en tanto, pasó de tener 322.238 habitantes en 1907 a 647.513 personas en 1960. Esta impactante explosión demográfica se reflejaba en una problemática habitacional a la cual el Estado, no lograba dar solución a pesar de las distintas iniciativas de subvención establecidas en las leyes desde comienzos de siglo.

Es por ello que muchos de los trabajadores del comercio y otros servicios, así como un número no menos considerable de trabajadores de la industria y la manufactura, no tuvieron acceso a las iniciativas de edificación en Santiago. Muchas de estas personas se vieron sometidas a los vaivenes de la escasez de vivienda y la cruda especulación inmobiliaria que dejaba en manos de privados la solución a estos problemas, quienes, a través de la renta de terrenos, dieron origen a una enorme cantidad de conventillos y cités, los cuales escondían tras sus muros las pésimas condiciones de vida y el hacinamiento.

Callampas del Zanjón de La Aguada, Daroch 1950.

 

A esta realidad demográfica se suma que entre 1930 y 1945 surgen en toda la ciudad, pero principalmente en la periferia y en las riberas del río Mapocho, las primeras “poblaciones callampa”; nombre que se les da debido a la forma en la que aparecen, de manera espontánea, de un día para otro en terrenos fiscales o semifiscales o en terrenos que eran entendidos como “sin dueño”. Es más, uno de los motivos para escoger la ribera del río Mapocho para asentarse es la disponibilidad de arena y piedras que podían extraer y vender, por lo tanto, era también un recurso económico que ayudaba en la precaria subsistencia de estas personas. Estos primeros “callamperos”, son por lo general, cesantes, vagabundos o antiguos albergados que buscan un lugar donde vivir de forma provisoria.

El carácter efímero de estas viviendas estaba dado por los materiales de su construcción que se componían “de una sola pieza en la que se han empleado los más variados materiales: latas viejas, cartones, maderas, sacos, fonolitas o materiales de demolición como ladrillos o adobes”. Por esta razón, los “callamperos” no tenían una organización clara, no formaban ningún tipo de agrupación y se encontraban en una actitud de paciente y resignada a la espera de la solución habitacional. De hecho, las condiciones higiénicas de estas viviendas no distaban mucho de las condiciones en las que habitaban antes en los conventillos o albergues. Sus servicios higiénicos “eran pozos negros, sino simplemente el uso del predio cercano, el río o la acequia vecina, mientras que las basuras son depositadas en algún hoyo ubicado cerca de la población”.

Población Callampa año 1971. Armindo Cardoso en Biblioteca Nacional Digital.

 

En la comuna de Santiago, según la Encuesta del Servicio Social de la Dirección General del Trabajo, de agosto de 1949, había un total de 6 poblaciones callampas. Dos de ellas se encontraban en las riberas del río Mapocho: La población Colo-Colo en la ribera sur (en donde actualmente se encuentra el Parque de los Reyes) y la Población El Pino, en la ribera norte del río Mapocho, colindando justamente con la Población Manuel Montt. Según los datos de esta misma encuesta, en la población El Pino había 829 piezas, 550 familias que sumaban un total 2.591 habitantes. Esta última era una de las más numerosas de Santiago.

Nicomedes Guzmán, en su libro “La sangre y la esperanza”, nos cuenta que las poblaciones callampas eran: “Ranchos y más ranchos. Construidos con latas, desechos de ladrillos, con tablas podridas, con alambres: ranchos construidos con muerte, con muerte venida de no se sabe dónde, con cadáveres de materiales que alguna vez fueron dignos guardadores de la pasión humana. Calles, calles y más calles, sinuosas, caprichosas, igual que la entrecortada ilusión de gentes humildes. Luego, chiquillos, niños de triste alegría, sin volantines, sin ñeclas, pero con tarritos en donde vacían tiernamente arena, ripio y desperdicios, como harían en una playa muerta.”

Portada libro, 1943.

 

Este panorama descrito era el que, los habitantes de la población Manuel Montt se encontraba a solo metros de su entorno próximo, es más, el solo cruzar la calle les mostraba la cruda realidad de los “callamperos”. Era un potrero relata la Señora Clara Miranda en el libro “Población Manuel Montt tranviarios y choferes, una experiencia compartida de vivienda obrera en Independencia”.“Estaba, aquí al frente de ahí de Huamachuco pongámosle en la orilla había callampa, vivía la gente más modesta, siempre mi mamá les daba una llave acá y ellos venían a buscar agüita todo el tiempo”.

Borracho. Miguel Rubio, 1973. Archivo Fotográfico Museo Histórico Nacional.

 

Gabriel Salazar Premio Nacional de Historia y habitante de la población Manuel Montt, recuerda que su madre era súper querida por los “callamperos”, debido a que en su vocación cristiana y católica hacía las veces de visitadora social, llevando comida y medicamentos, misión en la que él servía de compañía: “todavía tengo clarito el día en que me llevó a visitar a un callampero que estaba muy enfermo en su ruka, porque era una ruka, y tuvimos que entrar gateando a la ruka y ahí estaba la cama al tiro. Ella lo atendió, tenía mal olor y todo. Ella era muy querida. Por eso cuando se murió fue toda una delegación de callamperos que se mandaron un discurso muy bonito”.

Por años se dio una dinámica de mutua complicidad y necesidad. El “callampero” encontraba en los vecinos la ayuda para solucionar ciertas necesidades básicas y los vecinos contaban con la protección y el cuidado de los callamperos que se aseguraban de mantener la delincuencia fuera de los límites de la población. Los “callamperos” fueron los vecinos de la población Manuel Montt por cerca de 20 años, al menos hasta que se inician los programas de erradicación de los campamentos.

En el periódico El Siglo, del 5 de octubre de 1945, un titular señala “Vergüenza Nacional. Centenares de personas serán lanzadas hoy en “El Pino” y en Calle Gálvez 334”. Al conocer la noticia, según el mismo periódico, los más de 1.500 pobladores de “El Pino” faltaron a sus trabajos a fin de permanecer en sus casas para evitar el lanzamiento y luego, se precipitaron a la calle para protestar por la situación, quienes argumentan que la Caja de Habitación Popular, en su ley 7.600 (modificación del año 1943) no tiene capacidad para hacerse cargo de este problema, ni ofrece una solución habitacional inmediata para todos quienes quedarán inminentemente sin techo. La única alternativa, es un proyecto de ley impulsado por el médico y senador Eduardo Cruz-Coke, que pretende dar atributos a la Caja de Habitación Popular que permita la compra de sitios y mejoras de viviendas de forma inmediata.

Periódico El Siglo, 6 de noviembre de 1945.

 

Eduardo Cruz-Coke provenía de una familia aristocrática radicada en Valparaíso; sin embargo, mientras realizaba sus estudios universitarios en la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, vivió en el barrio Independencia, por lo que pudo conocer de cerca la realidad de estas poblaciones.

La lucha por permanecer en el lugar se extiende hasta fines de 1945, cuando los pobladores de “El Pino” son definitivamente erradicados para dar paso a la construcción de la actual población Juan Antonio Ríos.

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