Durante la Colonia y en las primeras décadas de la época republicana, el pueblo chileno practicaba comúnmente el palin (también llamada ‘chueca’), las riñas de gallo, el juego de bolas, las corridas de toro, entre otros entretenimientos. Estos juegos eminentemente populares y semi urbanos, iban aparejados de una convivencia festiva que en muchas ocasiones derivaba en desborde. Por ello, las autoridades coloniales prohibieron vender alcohol a los mestizos e ‘indios’; en la Reconquista vedaron las chinganas y en la década de 1820, las corridas de toros.
La Chimba fue, qué duda cabe, el espacio propicio para dar rienda suelta a los deseos de diversión. Se instalaron en sus alrededores canchas y se acondicionaron plazuelas y explanadas para practicar diversos juegos.
Una de las prácticas más difundidas entre las clases populares los siglos XVIII y XIX, fue la riña de gallos. Justamente, en la orilla de los Tajamares, en la actual Plaza Andrés Bello (Pereira Salas, 1947:116), se acondicionó una gran cancha donde cientos de galleros y apostadores acudían periódicamente. Ello causó gran inquietud a la autoridad, pues allí se combinaba el férreo entrenamiento y la competencia entre animales, con la ingesta de licor y abundancia de pleitos. En 1808 esta práctica fue suprimida por decreto, pero se siguió practicando clandestinamente, incluso hasta los años ’70 del siglo XX.
El juego de bolas por su parte, consistía en introducir manualmente una bola dentro de un pequeño arco dispuesto a ras de suelo. Esta diversión “exclusiva de las clases bajas”(León Echaíz, 1974: 33), también fue materializada en La Chimba con sus propias y célebres canchas: una en las cercanías de Huechuraba; otra, en plena Cañadilla y la última, en la plazuela del Puente de Palo.
Las corridas de toros, arribadas a Chile en el siglo XVI, tuvieron también su momento de esplendor en esta área urbana, siendo recordada por diversos cronistas la Plaza de Toros cerca del Puente del Mapocho. Con el paso del tiempo, esta práctica fue considerada “bárbara” y cruenta, por lo que cayó en total desuso hasta ser prohibida en 1823.
De este modo, se observa cómo La Chimba se constituyó desde tiempos coloniales y hasta la época republicana, en el sitio de esparcimiento y diversión por antonomasia. Hoy, la carrera de bolas, las peleas de gallos y las carreras de toros, están en desuso y se constituyen sólo como la remembranza de un pasado colmado de señeras formas de sociabilidad.