Elaborado por los historiadores Dante Figueroa y Annette García, a partir de reflexiones sobre los conceptos de identidad, posmemoria y los usos del patrimonio para la reconstrucción del tejido social y la memoria histórica, el texto propone una nueva mirada sobre el trabajo llevado a cabo por la comunidad de vecinos, heredera de un pasado gremial de choferes de taxi y tranvías, que se vio anulado a partir del golpe de Estado de 1973, y que, a principios de los 90’ supo volver a articularse para evitar la inminente destrucción de parte de la población, debido a la construcción de la autopista Costanera Norte y la amenaza inmobiliaria.
La población Manuel Montt, de choferes tranviarios y taxistas, se construyó en terrenos de lo que fuera la antigua chacra El Pino, como resultado de la aplicación de la Ley de Habitaciones Baratas de 1925. Esta política estatal, buscó entregar soluciones de vivienda digna al problema de sobrepoblación y saturación de la infraestructura urbana, surgido a finales del siglo XIX producto, principalmente, de las grandes migraciones obreras.
Bajo esta lógica, se incentivó también la construcción de equipamientos y servicios alrededor de las viviendas, dando pie a que los conjuntos habitacionales de ambos gremios, inaugurados en 1928, contaran con infraestructura de esparcimiento, salud, deportiva, eclesiástica y educacional, además de una radio comunitaria, favoreciendo la organización de su colectividad y la consolidación del barrio.
Sin embargo, tan pronto se suscita el golpe de Estado en 1973 y se instaura el toque de queda, “se cierran todos los centros de esparcimiento y se disuelven de forma inmediata los gremios, asociaciones y sindicatos, afectando la unión política y de clase que vinculaba a sus miembros y el territorio”, postula el artículo, «Identidad y posmemoria: los usos del patrimonio para el ensamblaje del tejido social y la reconstrucción de la memoria histórica. El caso de la población Manuel Montt de choferes de taxi y tranviarios».
Elaborado por los historiadores Dante Figueroa y Annette García, fue presentado ante la mesa «Ciudades significativas: patrimonio, memoria colectiva y construcción social del espacio en América Latina», del III Congreso de la Asociación Iberoamericana de Historia Urbana, llevado a cabo el pasado mes de noviembre en la Universidad Complutense de Madrid, España.
Los profesionales, quienes conforman el área de patrimonio de la Corporación de Cultura y Patrimonio de la Municipalidad de Independencia, participaron de este evento junto a académicos de las distintas disciplinas interesadas en el estudio de la ciudad desde una perspectiva histórica, viendo en ello una oportunidad para poner en valor el trabajo de investigación realizado para el libro «Población Manuel Montt. Tranviarios y choferes, una experiencia compartida de vivienda obrera en Independencia», en el marco del programa Quiero Mi Barrio, desarrollado por la Seremi de Vivienda y Urbanismo y el municipio entre 2017 y 2019.
“Debido, entre otros factores, al estallido social y la pandemia, en su momento fue muy difícil poder darle el debido reconocimiento y socializar los resultados del texto”, explica Dante Figueroa, por lo que ambos historiadores decidieron seguir trabajando con la considerable cantidad de material recopilado a lo largo de los años, explorando nuevos formatos y perspectivas para su divulgación.
De ello surge “una reflexión distinta al libro del Quiero Mi Barrio, vista desde otra lógica, que incorpora elementos que son nuevos”, añade Figueroa, esclareciendo también los objetivos de haber escrito un paper y participado del congreso: “Nosotros somos profes universitarios y siempre hemos tenido un desarrollo que consiste en llevar el conocimiento de la academia al territorio, pero, en este caso, fue un poco al revés. Partimos desde un trabajo local, con las comunidades, reflexionamos y teorizamos para llevar desde el territorio un trabajo a lo que implica la academia”.
El documento se engarza a partir del significado de la «posmemoria»; un concepto poco conocido, pero de suma importancia para comprender cuáles son “las dificultades, los medios, las formas en las que se transmite la memoria en una comunidad, de una generación a otra, cuando hay un evento traumático, y cómo aquellas generaciones que sobrevienen a las que han vivido este evento, logran formar identidad y hacerse conscientes de sí mismos como sujetos políticos”, revela Annette García.
El caso de la Manuel Montt resulta un ejemplo absolutamente representativo de las dificultades que subyacen en los procesos de recuperación de la memoria colectiva, suscitado por la urgencia que debieron enfrentar sus pobladores, a principios de la década de los 90, para evitar que parte de sus casas fuesen destruidas para albergar la construcción de la autopista Costanera Norte. “Para nosotros fue súper importante entender que el trauma de la dictadura no solo se refleja en las dificultades de la transmisión del conocimiento que se da de boca en boca, sino que, esa transmisión, además, se tiene que producir en espacios físicos, que no existían en la época en que estos vecinos necesitaban coordinarse y, por lo tanto, a pesar de tener muchas ganas, las dificultades eran mucho más complejas porque no tenían forma de agruparse, de encontrarse”, agrega.
Según plantea Figueroa, todo ello derivó en ciertos “errores históricos, pero que sirvieron para defender la población y articular un discurso propio, de extremada significancia, respecto del patrimonio. Como decir que son la población de obreros más antigua de Chile, o que Anita Lizama, la tenista, vivió en la población, aunque no hay certeza de eso, lo mismo que el arquitecto Humpich, que se dice que después de construir las casas se quedó viviendo ahí, pero tampoco hay certezas históricas de que haya sido realmente así”.
A pesar de los obstáculos, la falta de rigurosidad histórica y la poca experiencia en temas patrimoniales, los vecinos lograron organizarse al alero de la «Asociación de propietarios Manuel Montt» para proteger sus viviendas de la amenaza de la autopista y, años más tarde, contra la amenaza inmobiliaria que significa vivir en un sector privilegiado (por su ubicación, conectividad y equipamiento), logrando en 2011 que la población fuese declarada Zona Típica, por el Consejo de Monumentos Nacionales.
A partir de la metodología propuesta por los teóricos Marie Louise Stig y John Carman, Figueroa y García plantean en el artículo presentado ante el congreso un análisis basado en las palabras, las personas y las cosas. “La primera corresponde al discurso autorizado del patrimonio; el segundo, a las actitudes que las personas tienen respecto de las cosas físicas del pasado; y el tercero a los significados patrimoniales y posiciones que toman los actores a partir de las actividades que realizan”, esgrimen en el documento, por cuya ponencia recibieron una excepcional acogida de parte del resto de los conferenciantes.
De vuelta en Independencia, los profesionales ven en esta experiencia la posibilidad de seguir reflexionando sobre el enorme valor del trabajo desarrollado por esta comunidad de vecinos, tal como destaca Figueroa: “Esta comunidad fue tan persistente, tan trabajadora, que estuvieron más de una década buscando un propósito, hasta que lo logran, incluso hasta con errores históricos, lo logran porque su discurso se vuelve una verdad, no porque fuese mentira, sino porque, aunque parte de su discurso era más débil en cuanto a significancia histórica, de tanta persistencia se vuelve un hecho totalmente significativo”.
Para García, la experiencia de discutir en un entorno académico “ideas y reflexiones sobre las disputas del patrimonio en distintos lugares del mundo, nos hace darnos cuenta de que tenemos experiencias similares, preguntas y necesidades similares, por lo menos en Latinoamérica, lo cual fue muy gratificante en términos intelectuales”. Sin embargo, la reflexión más importante está dada por la necesidad de que “en el trabajo que nosotros realizamos cotidianamente existan procesos de reflexión, o sea, necesitamos reflexionar sobre lo que estamos haciendo, hacernos las preguntas necesarias de qué es lo que estamos haciendo, por qué lo estamos haciendo y para qué lo estamos haciendo, y esas preguntas, en el fondo, constituyen la parte más importante del quehacer, porque no podemos solo dedicarnos a hacer gestión, sino que también necesitamos reflexionar sobre lo que esa gestión esta haciendo en los territorios”, concluye.