PLAZA CHACABUCO: UN LUGAR DE ENCUENTRO DEL BARRIO INDEPENDENCIA

En enero de 2019, se inauguró uno de los hitos más significativos en el transporte para los residentes del antiguo barrio de Independencia. Ese día, abrieron sus puertas las estaciones Hospitales y Plaza Chacabuco de la red Metro, las que se convirtieron en nuevos puntos de conexión con el norte y sur oriente de la ciudad de Santiago. Esta transformación trajo consigo cambios importantes en un espacio muy querido por los habitantes de la comuna: la Plaza Chacabuco.

La plaza, un hito que siempre estuvo en el centro de la avenida Independencia, presenciando el flujo de la locomoción colectiva por sus dos costados, ahora se trasladaba hacia el sector oriente de la calzada y se fusionaba con la vereda, perdiendo su morfología original parecida a una rotonda. Pero, este no fue el único cambio. Tras su re-inauguración parecían escasear los árboles, marcando el carácter de la “plaza dura” que hoy recibe a quienes emergen desde la estación del tren subterráneo, dejando sólo en el recuerdo, las áreas verdes y antiguas palmeras que solían adornarla.

Sin embargo, ¿Cuál es la historia tras esta plaza?. Se sabe que tiene una fuerte vinculación con la gesta emancipadora, no sólo porque a este lado de la ciudad se reunieron en más de una ocasión los amigos José Miguel Carrera y Manuel Rodríguez en las chinganas que se instalaban hacia el norte, sino que también sirvió como ruta de escape para los patriotas hacia Mendoza tras el Desastre de Rancagua. Carrera y sus hermanos utilizaron La Cañadilla (nombre anterior de la calle Independencia) como vía de escape; acción que casi fracasa cuando las huestes del victorioso general Osorio estuvieron a punto de capturarlos cerca de la cordillera. Incluso, una patrulla realista logró derrotar a las fuerzas de Carrera en su intento de fuga. De esta manera, quien dio el primer grito de libertad en Chile se vio obligado a huir casi en solitario, acompañado solo por sus hermanos y algunos capitanes como Maruri, Astorga y Jordán.

Pasaron tres años hasta que las fuerzas patriotas descendieron de las laderas de la cordillera para llegar hasta el valle del Mapocho. La derrota de Rancagua estaba próxima a ser vengada en los campos de Chacabuco el 12 de febrero de 1817. A pesar de que el Gobernador Marco del Pont había avanzado con sus tropas por la Cañadilla y aguardaba en La Palmilla noticias del triunfo español, éstas nunca llegaron; en cambio, lo que sí arribó fueron los primeros fugitivos españoles derrotados. A medianoche, Del Pont tomó la decisión de regresar a Santiago. El día 13, intentó reorganizar su ejército y cruzar el puente de palo para regresar a La Cañadilla, sin embargo, sus fuerzas comenzaron a dispersarse en las primeras calles de este sendero.

Batalla de Chacabuco - Óleo de Pedro Subercaseaux
Batalla de Chacabuco – Óleo de Pedro Subercaseaux

En tanto, en la capital se producían una serie de desmanes. Ante este escenario, el gobernador decide huir a Valparaíso, mientras que las fuerzas de San Martín emprendían su regreso triunfal. En su camino de vuelta a la capital, decidieron pernoctar en unos terrenos que en aquel entonces formaban parte de la Chacra de la Palma, muy cerca de la actual plaza que hoy lleva por nombre esta batalla decisiva para la gesta patriota. En palabras de Justo Abel Rosales: “La Cañadilla que había sido en 1814 la vía de lágrimas de un pueblo en derrota, era ahora la vía de gloria por donde había de entrar a la capital el ejército de los hermanos redentores….El ejército de San Martín fue recibido con muestras de loco entusiasmo”

De esta manera, la principal avenida quedará asociada al camino por el cual se conmemoró el triunfo patriota. Aunque durante unos pocos años fue conocida como Buenos Aires, fue el presidente Manuel Bulnes quien en 1842 le asignó el nombre por el que se la conoce en la actualidad.

Sin embargo, ¿qué sucedió con los terrenos que en el pasado acogieron a los fatigados patriotas tras el triunfo de Chacabuco? Fue necesario esperar varias décadas hasta que, en el año 1911, según el Boletín de la Municipalidad de Santiago, un grupo de vecinos solicitara a las autoridades locales que esos terrenos fueran destinados a la construcción de una plaza pública, un lugar que debía llevar el nombre en honor a lo que allí había sucedido.

En aquel entonces, el barrio de Independencia solo contaba con la Plaza Matías Ovalle, también conocida como la Plaza de los Moteros, ubicada en las cercanías de la calle Borgoño, y una pequeña plaza que se mencionaba cerca del Desinfectorio, la Plaza Francisco Bilbao. Por tanto, este hito urbano, la creación de una nueva plaza para la comunidad, adquirió una gran importancia. Sin embargo, pasaron muchos años, aunque no se tiene claridad sobre cuántos, hasta que la plaza volvió a ser noticia, esta vez debido a un proceso de transformación urbana.

Mapa Nicanor Boloña fechado entre 1900 y 1920. Presumiblemente antes de 1923.
Mapa Nicanor Boloña fechado entre 1900 y 1920. Presumiblemente antes de 1923.

La plaza aparece, nuevamente, en la órbita noticiosa cuando se anuncia la extensión de la línea de tranvías, la que hasta la inauguración del Hipódromo Chile en 1906 llegaba hasta la calle Nueva de Matte. Con el paso de los años, la presencia del recinto hípico impulsó la extensión de la línea hasta la plaza, la que se convirtió en una suerte de terminal para los asistentes que llegaban casi a las puertas peatonales de este recinto, las que originalmente se ubicaban en la calle Independencia. En 1917, este tranvía amplió su recorrido hasta la calle Negrete, con la particularidad de que no se cobraba el tramo adicional, lo que le valió el apodo de «El Carro Comunista».

Carro Comunista en “Los Tranvías de Chile”. Allen Morrison
Carro Comunista en “Los Tranvías de Chile”.
Allen Morrison

En 1929, el Boletín Municipal de Santiago menciona las mejoras planificadas para la Plaza. Estas incluyen ajustes relacionados con los rieles del tranvía y la instalación de fuentes de agua. Además, se hace referencia a una remodelación integral que implica el traslado del «Monumento Otomano», como se menciona en el informe, a la plaza Vivaceta.

La investigación no permite precisar la fecha exacta de colocación de este hito en la Plaza Chacabuco; sin embargo, se sabe que las colonias residentes en Chile entregaron varios monumentos al país en conmemoración del Centenario de la Independencia. La Colonia Italiana, por ejemplo, contribuyó con el monumento que dio nombre a la «Plaza Italia», y la Colonia Alemana donó la Fuente Alemana en el Parque Forestal, entre otros ejemplos. La colonia sirio-otomana también contribuyó con dos monumentos al país.

En este caso particular, el monumento conocido como «Alegoría a la República de Chile», donado por la comunidad sirio-otomana, fue instalado el 20 de septiembre de 1912. Esta obra fue creada por el escultor Carlos Canut de Bon, discípulo de Virginio Arias e hijo de Juan Canut de Bon, un predicador español protestante que introdujo el estilo de las predicaciones callejeras y es considerado el padre de las iglesias protestantes en Chile. El lugar elegido para su instalación fue el cerro Santa Lucía, y la ceremonia contó con una gran afluencia de público.

  1. Publicidad Revista Ring 1917. ↩︎
  2. Revista Zig Zag, agosto de 1912. ↩︎

Como describe el sitio Urbatorium, la obra era “La figura femenina sería de bronce, según nuestra impresión; es de rostro sereno, tapada parcialmente por una túnica, con parte de su pecho al descubierto y en su abdomen un blasón con la estrella de Chile, rodeado de laureles y de al menos una figura zoomórfica, correspondiente a un grueso y desafiante cóndor que parece abrazar con sus inmensas alas de protección a la mujer. Esta pieza completa, cercana a los 2.20 metros de altura…, iba sobre el capitel de una alta y artística columna blanca con escultura en relieve, formada de dos niveles (uno grueso y otro más estilizado arriba), montados sobre una sólida gradería de escalones en el nivel del suelo.”

Revista Zig Zag, septiembre de 1912.

Durante muchos años, la existencia del «monumento otomano» fue difícil de verificar, ya que ni siquiera hay registros formales de esta obra en las obras de Canut de Bon. La única fuente que mencionaba esta noticia era la Revista Zig Zag, que informó sobre ello hace más de 110 años. Aunque no podemos confirmar la fecha exacta de su instalación en la plaza, sí sabemos que, durante los trabajos de arreglo de las vías del tranvía, según el archivo fotográfico de Chilectra, este monumento se encontraba en ese lugar.

Frontis de lo que es hoy el Centro Kinesiológico Astra.
Vereda sur poniente de calle Hipódromo Chile.
Archivo Chilectra, abril de 1929.
En esta foto podemos observar en el mismo inmueble la ferretería Berlín, presumiblemente durante la década del setenta.

El traslado del monumento sirio-otomano fue reemplazado por otro hito que, hasta el día de hoy, sigue siendo uno de los aspectos arquitectónicos más destacados de la Plaza Chacabuco, a pesar de las transformaciones que ha experimentado en años posteriores. Este cambio fue señalado por el diario La Nación en mayo de 1930, el cual reconocía la presencia de una pileta cuyo origen y autoría eran desconocidos. Desde entonces, la imagen de esta pileta se ha convertido en uno de los símbolos más emblemáticos de la Plaza Chacabuco, refrescando a más de un niño durante los calurosos veranos.

Diario La Nación, mayo de 1930. Imagen vista de norte a sur.
Pileta en Revista Zig Zag, 1930.
Familia Serrano en pileta durante la década de los setenta. Foto sacada de norte a sur.

Desde su creación, y probablemente incluso antes de ella, alrededor de la plaza se fue configurando una gran cantidad de comercios de diversos rubros. Estos negocios surgieron a medida que el entorno se convirtió en un pequeño polo de desarrollo. Inicialmente, la plaza sirvió como punto de conexión con el Hipódromo, lo que le otorgó un impulso como centro de urbanización. Posteriormente, una década más tarde, en 1923, se construyó el estadio de los españoles, que luego adoptó el nombre de la calle Santa Laura. Estos dos lugares atrajeron a miles de personas que se congregaban semanalmente en la plaza, otorgándole así una importancia central como eje estructurante del entorno.

La plaza comenzó a ser el epicentro de la vida cultural del sector. Se tienen muchos relatos de fiestas que se llevaron a cabo en ella, como los bailables de la Coca Cola, presumiblemente en la década de los cuarenta, o los bailes improvisados de los vecinos que escuchaban la música de alguna orquesta proveniente de un restaurante cercano a la plaza. Además, en más de una ocasión, el Orfeón Municipal de Santiago actuó para los vecinos del sector, liderado por el maestro Daniel Soto, interpretando piezas como las marchas de «Tannhäuser» de Wagner y «Aida» de Verdi, entre otras.

Diario El Mercurio, 1931

Pocos años después, la cultura se establecería definitivamente en el sector con la inauguración, en 1936, del Teatro Valencia, promovido por el político y empresario Absalón Valencia. Se dice que Valencia incluso tuvo su residencia frente a la plaza, y con el paso del tiempo, esa misma edificación se convirtió en la sede del colegio Ramón Freire.

Residencia de Absalón Valencia que posteriormente será la sede del colegio Freire. Esquina nororiente de la plaza, donde hoy se encuentra la Bomba Shell.  Fotos tomadas desde sector poniente y oriente de la avenida Archivo Chilectra 1929.

La llegada del Teatro Valencia no solo trajo entretenimiento vinculado al cine y la cultura al barrio, sino que también convocó diversas manifestaciones políticas, como la candidatura presidencial de Arturo Matte, empresario, ex alcalde de Santiago y ex ministro del gobierno de Juan Antonio Ríos, según constata el Diario Ilustrado de 1952. En los años siguientes, diversas orquestas y músicos, como Lucho Gatica, Palmenia Pizarro y un joven Zalo Reyes, quien debutó en dicho recinto, se presentaron en su escenario. Además, el proscenio del teatro muchas veces se utilizó para actividades de graduación de los establecimientos educacionales del sector.

Diario Ilustrado, 1936.
Proclamación candidatura presidencial de Arturo Matte.
Diario Ilustrado año 1952.
Teatro Valencia y caballo de la plaza propiedad del fotógrafo.
Archivo familia Figueroa año 1970.

Durante la década de los cuarenta, el entorno de la plaza fue aún más potenciado como un polo de desarrollo deportivo con la inauguración del primer estadio de una colectividad nacional, la Universidad Católica el 12 de octubre de 1945. Los Caballeros Cruzados se mantuvieron y se coronaron campeones de Chile por primera vez en ese estadio, junto a la figura de José Manuel Moreno, «El Charro», quien dejó su marca en el barrio durante casi tres décadas, impregnándolo con un marcado sentido futbolístico. Este éxito deportivo propició la apertura de numerosos boliches y restaurantes en los alrededores.

Con el paso de los años, por las calles Santa Laura e Independencia, a pocos metros de la plaza, surgieron establecimientos como el Sportman, Los Diablos Rojos, El Wonder Bar Uno, el Lucerna, los Puchos Lazios, Las Cachas Grandes y Don Lalo «El Rey del Pescado Frito», entre otros. Estos lugares acogían a la gran cantidad de espectadores que llegaban tanto para disfrutar del fútbol, las carreras de caballos o una función de teatro.

Titular inauguración Estadio Independencia El Diario Ilustrado, octubre de 1945.

Junto al equipamiento cultural, la plaza atrajo un creciente interés comercial debido al flujo constante de personas. Es cosa de imaginar un fin de semana con veladas futbolísticas en ambos estadios, carreras en el hipódromo y funciones del teatro Valencia, todas en paralelo, atrayendo una gran cantidad de personas. Por tanto, el comercio de abastecimiento que vemos hoy en día es solo una herencia de los numerosos almacenes y negocios que proliferaban cerca de la plaza, en las calles Independencia y Santa Laura.

Por nombrar a algunos de estos comercios, el sector existente entre Hipódromo Chile y Severino Casorzo siempre albergó locales comerciales, como el almacén Los Gómez, que era un local de abastecimiento de abarrotes. Por calle Hipódromo, estaba la avícola de Pascualito el español, la pescadería de Estelita y la tintorería Sandrico, entre otros. También había un local de cambio de revistas, llamado el Filatélico, y en la vereda poniente de Independencia con Hipódromo se encontraban la panadería Los Baleares y la Ferretería Berlín que ya vimos en imágenes previas.

Tras el pintoresco caballito se ve la esquina de Severino Casorzo con Independencia donde se situó el Almacén Los Gómez. Archivo familia Serrano.

Los frondosos árboles que alguna vez cubrieron la plaza, también fueron testigos de muchas glorias deportivas, y no sólo del fútbol; como el tránsito del ídolo “cruzado” Alberto Tito Fouillioux, las calcetineras o alguno de los finalistas de la Copa Libertadores de Unión Española en la década de los setenta que pasaba por allí.

Además, la figura de un eximio boxeador se relaciona con este hito. Durante las décadas de los cincuenta y sesenta, aunque también en años posteriores, se encontraba la Bomba de Bencina y Parafina Copec, cuyo dueño era el gran Estanislao «Tany» Loayza, un iquiqueño que llegó a disputar una final del mundo en su categoría y que durante años fue visto en su negocio en las cercanías de la plaza.

Bomba Plaza Chacabuco cerca de la década del sesenta. Santiago Nostálgico.
Tany Loayza en su bomba en “Grandes deportistas”, Patricio Manns Editorial Quimantú 1973.

Muchos edificios que rodeaban la plaza fueron desapareciendo con el tiempo. Recuerdo en particular uno que se encontraba detrás del paradero de micros de Independencia con Hipódromo Chile, en la vereda norponiente. Aunque modesto a simple vista, este edificio poseía un gran estilo arquitectónico a finales de la década de los veinte. Originalmente contaba con una cúpula, pero fue demolido en la segunda década del siglo XXI. Por otro lado, la casona de los Valencia desapareció varias décadas antes, dando paso a la bomba Shell.

En la vereda sur poniente de la plaza, en la intersección de calle Independencia con Hipódromo Chile, por años, fue un paradero de micros; -en realidad antes del sistema del Transantiago cualquier esquina cercana a un semáforo era un potencial paradero-. En dicha esquina, se veía el frontis de una casona, este inmueble que se distingue en fotos del año 1929 y posteriores, veía pasar la nutrida oferta de micros, Matadero Palma, Mapocho Lo Vial, Avenida Chile, Einstein Santa Rosa y la con mayor tránsito la reconocida Ovalle Negrete.

A la derecha de la foto se alcanza a observar la micro Ovalle Negrete y el inmueble que hoy no existe. Foto de la década del setenta. Familia Serrano.

Mismo inmueble, ambas fotografías del año 1929. Archivo Chilectra.

Este último recorrido, para los habitantes del sector era muy importante, dado que tenía varias variantes, uno de ellos enfilaba hacia el límite de la comuna, y había dos de ellos que ingresaban por calle Hipódromo hacia el oriente tomando calle Guanaco. La que iba hacia el norte llegaba a Nueva La Obra y la otra se internaba por Guanaco hacia el sur y terminaba en la Población Las Rosas. La cinematografía inmortalizó este recorrido en una escena de la película icono chilena de Patricio Kaulen: “Largo Viaje”.

Pantallazo película Largo Viaje (1967).

Hoy, la plaza Chacabuco muestra una cara diferente. Los árboles instalados por Metro parecen crecer, aunque lentamente. Trozos de pasto intentan mitigar la imagen de “plaza dura”, muy de moda en Europa décadas atrás, que promueve el transitar, mas que el habitar. A pesar de esto, la plaza sigue cumpliendo con su vocación original, atrayendo a cientos de personas que la visitan diariamente. Aunque las prácticas puedan ser distintas a las de antaño, la plaza sigue siendo un punto de encuentro para la comunidad, manteniendo una de sus características más relevantes. Esta es la misma que le dio vida y que sigue siendo uno de los mayores recuerdos para los habitantes de Independencia y los vecinos de lo que hoy es la Zona Típica Poblaciones Obreras de la Plaza Chacabuco.

Plaza Chacabuco previo a instalación de la estación de Metro, foto sacada de norte a sur.

Este texto no hubiera sido posible sin el aporte de Emilio Colombo, Ana Guede e Isabel Yanjari y en especial de Gonzalo Jerez.

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