El género de la novela alcanzó gran popularidad en la primera mitad del siglo XX y, con el tiempo, fue adoptando nuevas modalidades, entre las que destacaron las novelas rosas, dirigidas principalmente al público femenino. Estas novelas se centraban en las aventuras amorosas de sus protagonistas, mujeres que solían enfrentar tanto relaciones como conflictos con personajes masculinos.
Los romances que inspiraron las novelas rosas, en muchos casos, fueron superados por la realidad. Mientras que en la ficción los conflictos giraban en torno a diferencias sociales, como la riqueza y la pobreza de los protagonistas, o la frivolidad asociada a mundos de lujo, fama y mansiones, en la vida real estos mismos elementos se manifestaron en historias mediáticas de artistas y deportistas.

El fútbol ha contribuido significativamente a hacer realidad lo que en un tiempo parecía exclusivo de la literatura romántica. En particular, abundan ejemplos de figuras del balompié que protagonizaron romances con estrellas del espectáculo. Uno de los casos más resonantes fue el del «Rey Pelé», considerado el máximo exponente de este deporte, quien mantuvo una relación con la entonces joven cantante brasileña Xuxa. Esta historia, marcada por la diferencia de edad entre ambos, generó innumerables comentarios y críticas, al tiempo que vendió miles de revistas que cubrían cada detalle de su relación.
En Chile, este tipo de romances tampoco han pasado desapercibidos. Uno de los más conocidos es el protagonizado por el futbolista Iván Zamorano y la modelo María Eugenia Larraín. Su relación capturó la atención del público, especialmente por detalles como el poema escrito por el propio Zamorano en el parte de matrimonio, que anunciaba una boda planeada para el Día de los Enamorados, el 14 de febrero de 2004.

La historia no terminó bien para Zamorano, ya que la novia desistió del compromiso tan solo dos días antes de llegar al altar, con el Palacio Cousiño preparado para los 450 invitados que no pudieron asistir, como único testigo de la celebración, convirtiendo este suceso en uno de los romances más mediáticos de las últimas décadas.
Sin embargo, las historias de amor en el fútbol, marcadas por pasión, romanticismo y esa dosis de morbo que alimenta a la prensa rosa, tienen antecedentes mucho más antiguos. En Chile, el primer caso registrado data de la década de 1960. Según los archivos de la época, quien parece haber inaugurado este género en el país fue Gustavo Laube, un futbolista nacido y criado en la población Manuel Montt del barrio Independencia, vecina de la legendaria Juan Antonio Ríos, donde el mítico Francisco “Chamaco” Valdés se consagraba como figura destacada.

Consciente de sus dotes de galán, el futbolista de Universidad Católica Gustavo Laube se desenvolvía con una personalidad poco común para la época. Así lo reflejó el titular de la revista Ritmo en 1967: “Soy un jugador con buena pinta”. En una entrevista a doble página, el joven de 21 años no solo destacaba por su talento como jugador, sino también por su carácter controvertido, su peculiar estilo de vestir y su cabello largo al viento, que lo proyectaban como un jugador “rebelde” y alejado de los cánones tradicionales del fútbol chileno.
Aunque se definía como introvertido en su vida cotidiana, era en la cancha donde liberaba su pasión deportiva. Su trayectoria le permitió compartir equipo con leyendas del fútbol nacional como Francisco “Chamaco” Valdés, Carlos Caszely —el “Rey del Metro Cuadrado”— y Elías Figueroa, conocido como “Don Elías”, durante su paso por la selección chilena.

Un poco más de una década después de aquella entrevista, un ya retirado Gustavo, se convertiría en el protagonista de la primera novela rosa del fútbol chileno al contraer matrimonio con la “musa de Almodóvar”, la española Victoria Abril. Gustavo Laube, apodado “El guatón”, quedó cautivado por la belleza de la actriz, que sería posteriormente reconocida por sus papeles en “Átame” y “Tacones lejanos”. Para entonces, se trataba de una joven artista emergente de 17 años, mientras que él la doblaba en edad.
Esta relación no estuvo exenta de controversias. La madre de Victoria, alarmada por la diferencia de edad, desaprobó el romance y llegó a acusar a Laube de secuestro, lo que lo llevó a pasar tres días en la cárcel, según los registros de prensa de la época. Finalmente, el conflicto se resolvió y, con la aprobación algo forzada de la suegra española, las campanas de boda sonaron para la pareja ese mismo año. Esta historia, cargada de drama y pasión, quedó grabada como un capítulo memorable en el cruce entre el deporte y el espectáculo.

El matrimonio entre Gustavo Laube y Victoria Abril no duró mucho. Cuatro años después de su unión, los antiguos tortolitos tomaron caminos distintos. Victoria Abril se convirtió en una figura de renombre en España y a nivel internacional, consolidándose como una de las actrices más destacadas de su generación. Su prolífica filmografía, especialmente bajo la dirección de Pedro Almodóvar, la llevó a compartir pantalla con estrellas de la talla de Antonio Banderas.
Por su parte, Gustavo Laube permaneció en España, instalándose en Málaga, donde lleva décadas dedicado al show business. Su breve fama deportiva y mediática se desvaneció con el tiempo, quedando como un vago recuerdo.

A pesar de sus logros, el hombre que creció rodeado de canchas de fútbol en la población Manuel Montt del barrio Independencia, y que defendió los colores de Universidad Católica y de la selección chilena entre 1969 y 1972 durante las clasificatorias para México 1970, nunca regresó a Chile. Hoy, son pocos los vecinos que lo recuerdan, y para la mayoría de los habitantes del norte del río Mapocho su nombre resulta completamente desconocido.